Traza Traza

Sònia Hdez-Montaño Bou

Bioarquitecta

Fecha:

noviembre 2024

Duración: 5 min

Entrevistador / a: Alfons Pich

Texto: Alfons Pich

La sostenibilidad debería orientarnos a reducir, en primera instancia, la necesidad de consumir recursos energéticos. Solo como último recurso, una vez agotadas las posibilidades de diseño pasivo, deberíamos recurrir a soluciones tecnológicas activas de origen renovable. 

Traza

Sònia Hdez-Montaño

Has trabajado en el estudio de Frank Gehry en Los Ángeles y como arquitecta estás especializada académicamente en bioconstrucción. ¿Cómo fueron esos primeros años profesionales y de formación antes de lanzar tu propio estudio?

Desde pequeña, siempre soñé con ser arquitecta, aunque la formación que recibí en la ETSAB no me mostró exactamente la visión de la arquitectura que yo imaginaba. Al graduarme, tuve la fantástica oportunidad de trabajar en el estudio de Frank Gehry en Los Ángeles, lo cual me permitió descubrir un enfoque inusual de la profesión. Esta experiencia fue increíble, pero también me hizo ver que mi manera de entender la arquitectura tenía que ser distinta.

Durante mis estudios, ya sentía la necesidad de enfocar la arquitectura hacia el bienestar de las personas, poniéndolas en el centro. Sin embargo, me resultó difícil encontrar ese enfoque en el ámbito laboral, lo que hizo que me costara mucho identificar mi lugar en el mundo profesional. Al regresar de Los Ángeles, trabajé en un estudio en Barcelona, donde participé en proyectos singulares, como hoteles de cinco estrellas, mientras intentaba encontrar un enfoque alineado con mis valores y visión de la arquitectura.

En ese proceso de búsqueda, fui explorando distintos caminos hasta que descubrí el mundo de la bioconstrucción, donde finalmente encontré mi espacio y dejé de sentir frustración. A lo largo de ese viaje, me formé en Alemania en distintas áreas, participé en campos de trabajo y completé el máster en bioconstrucción del IEB. Después de terminar el máster, comencé a trabajar como tutora. Desde el año 2011 me dedico exclusivamente a este campo y siento que, finalmente, puedo aportar un verdadero valor a la sociedad.

¿Cómo y por qué arranca Arquitectura Sana, tu estudio? 

Aterricé con mucha humildad y la esperanza de crear un espacio donde canalizar la sensibilidad que conecta el diseño arquitectónico con la salud de las personas. Comencé en 2011 combinando la docencia con proyectos propios, y en los últimos años también he virado hacia la consultoría estratégica, acompañando a otros técnicos o agentes del sector de la construcción hacia una arquitectura eficiente, coherente y, sobre todo, saludable, a través de las herramientas que ofrece la bioconstrucción.

¿Nos puedes contar un poco más en profundidad qué es la bioconstrucción y la arquitectura saludable?  

La bioconstrucción es una forma de construir que aborda la sostenibilidad de manera profunda, abarcando recursos del entorno, economía, sociedad y medio ambiente. A diferencia de los métodos convencionales, que dependen de materiales altamente industriales, tecnificados y de alto coste energético, la bioconstrucción prioriza el uso de materiales naturales, locales y renovables, como sistemas de tierra, madera o fibras naturales. Pero su enfoque no se limita a los materiales y sistemas constructivos; también abarca todos los procesos de diseño, incorporando las repercusiones ambientales y su impacto en la salud humana.

La arquitectura saludable es una de las estrategias alcanzables aplicando criterios de bioconstrucción. Se crean espacios que reducen la exposición a contaminantes de origen biológico (como hongos, levaduras, bacterias, virus…), controlando factores físicos (higrotermia, acústica, iluminación cronobiológica, control en la exposición a radiaciones ionizantes y no ionizantes…) y minimizando el impacto de contaminantes químicos (compuestos orgánicos volátiles, persistentes, fibras y partículas, gases de combustión…). Además, se incide en factores de diseño que impactan el bienestar psicosocial y cognitivo, integrando las neurociencias, procesos participativos, accesibilidad, inclusión, género, biofilia y psicología ambiental.

Entre muchas otras cosas, redactas guías para entidades públicas con recomendaciones sobre cómo llevar a cabo reformas o desarrollar interiores saludables. Según tu experiencia, ¿cómo valoras los criterios de sostenibilidad a la hora de abordar estas materias por parte de las administraciones públicas? 

Siento realmente que la sostenibilidad está mal entendida, no sólo por las administraciones públicas sino en general. Por un lado, hemos reducido sus indicadores al consumo energético y a las emisiones de carbono. Por otro, se ha implementado sostenibilidad desde las máquinas, adoptando una respuesta técnica que en muchas ocasiones ignora la bioclimática y la física de la construcción.

La sostenibilidad debería orientarnos a reducir, en primera instancia, la necesidad de consumir recursos energéticos. Solo como último recurso, una vez agotadas las posibilidades de diseño pasivo, deberíamos recurrir a soluciones tecnológicas activas de origen renovable. En este sentido, la sostenibilidad está en el anteproyecto, en el diseño constructivo, en la materialidad. Esto nos lleva a elegir sistemas constructivos naturales, locales, naturalmente descarbonizados y elaborados mediante procesos low-tech. Además, esos mismos materiales promueven un ambiente interior saludable gracias a su composición, no mediante instalaciones complejas para resolver aquello que el diseño no ha abordado desde el inicio.

Los aspectos de sostenibilidad y salud están estrechamente vinculados. La estrategia que aporta la salud amplía y profundiza los indicadores de sostenibilidad.

Y cuando trabajas asesorando a otros estudios de arquitectura o constructoras, ¿cuáles son los retos o dudas por parte de los clientes a los que normalmente te enfrentas?

A menudo, los retos en la construcción son más de mentalidad que técnicos. La falta de conocimiento o la novedad pueden generar desconfianza. No solo ofrezco soluciones naturales y saludables, sino también el apoyo necesario para encontrar esos productos en el mercado y a las personas con experiencia en instalarlos, garantizando así una buena ejecución y durabilidad que aporten confianza. Sin embargo, el sector de la construcción suele ser conservador y reacio a ciertos cambios, aunque esta visión está ganando terreno rápidamente gracias a iniciativas europeas y al impulso del sector privado.

El precio puede parecer una barrera inicial, pero a medida que avanzamos en el proyecto, se descubre que la bioarquitectura no es necesariamente mucho más costosa. La clave está en reorganizar prioridades y decisiones, redirigiendo los recursos hacia áreas que compensen en otros aspectos del proyecto. Siempre se pueden encontrar equilibrios, y eso es fundamental. Además, es importante adoptar una perspectiva que valore no solo el costo económico, sino también el impacto social, ambiental y en la salud. Si analizamos muchas decisiones comunes bajo este enfoque, podremos ver su verdadero coste.

En Traza estamos centrados en la selección de mobiliario, accesorios y equipamiento basados en la calidad y el propósito, desde una perspectiva medioambiental, pero también social. ¿Cuál es tu visión de la industria del mobiliario actual? 

Creo que el sector está experimentando un cambio importante, al igual que el resto de la industria, pero es esencial avanzar hacia una sostenibilidad más profunda y auténtica.

Un ejemplo claro es el énfasis reciente en el reciclaje como gran solución, cuando en realidad deberíamos centrarnos en reducir los residuos desde el inicio. Además, si el reciclaje se lleva a cabo sin considerar la presencia de ciertos químicos, podríamos estar aumentando el impacto negativo de sustancias con efectos adversos para la salud.

Mi propuesta es que el sector analice a fondo la nueva Directiva Europea de Ecodiseño y que se impulse aún más, extendiendo sus principios hacia una aplicación más amplia y efectiva.

 

¿Qué papel juega la tecnología en tu trabajo diario? ¿Estás integrando la inteligencia artificial en tus proyectos? 

La verdad es que no de manera real. Puedo llegar a utilizar alguna tecnología que facilite el proceso, pero por el momento, la IA no es un apoyo sustancial en mi trabajo.

¿Te gustaría compartir alguno de los proyectos que acabas de finalizar o que tengas entre manos? 

Uno de los proyectos en los que estoy colaborando ahora, y que me hace mucha ilusión, es la rehabilitación de un antiguo hotel para convertirlo en una cooperativa de viviendas senior. Actualmente, estamos en la fase de proceso participativo, en la que los futuros residentes aterrizan sus necesidades para que luego el proyecto pueda adecuarse al máximo a sus requerimientos, tanto en términos de programa como en aspectos económicos y técnicos. Es un gran reto porque une bioconstrucción, cooperación y rehabilitación.

En tu práctica hay una clara relación entre lo humanístico y creativo con la arquitectura y el diseño de interiores. ¿De dónde surge esa inquietud? 

En la Antigua Grecia, las matemáticas y la filosofía no se consideraban disciplinas separadas; ambas formaban parte de un campo unificado de conocimiento cuyo objetivo era comprender y explicar la naturaleza y el universo. Para mí, el arte, la cultura y la técnica son parte de un mismo lenguaje que se puede trabajar a escala urbana o en diseño interior. La visión humanista y técnica convergen para crear espacios en diversas escalas. Los principios son los mismos, combinando cultura y técnica. 

Y para finalizar ¿Cuál es tu relación personal con la naturaleza? 

Yo vivo en el centro de una ciudad, Barcelona. En mi día a día soy una persona urbana, que vive a escala de barrio y se mueve en bicicleta. Pero tengo mi refugio en la montaña, una masía compartida entre cuatro familias, donde podemos disfrutar de un entorno rural en el que también nos sentimos enraizados. ¡Sin esa conexión cercana a la naturaleza, no sé qué sería de mí!

Has trabajado en el estudio de Frank Gehry en Los Ángeles y como arquitecta estás especializada académicamente en bioconstrucción. ¿Cómo fueron esos primeros años profesionales y de formación antes de lanzar tu propio estudio?

Desde pequeña, siempre soñé con ser arquitecta, aunque la formación que recibí en la ETSAB no me mostró exactamente la visión de la arquitectura que yo imaginaba. Al graduarme, tuve la fantástica oportunidad de trabajar en el estudio de Frank Gehry en Los Ángeles, lo cual me permitió descubrir un enfoque inusual de la profesión. Esta experiencia fue increíble, pero también me hizo ver que mi manera de entender la arquitectura tenía que ser distinta.

Durante mis estudios, ya sentía la necesidad de enfocar la arquitectura hacia el bienestar de las personas, poniéndolas en el centro. Sin embargo, me resultó difícil encontrar ese enfoque en el ámbito laboral, lo que hizo que me costara mucho identificar mi lugar en el mundo profesional. Al regresar de Los Ángeles, trabajé en un estudio en Barcelona, donde participé en proyectos singulares, como hoteles de cinco estrellas, mientras intentaba encontrar un enfoque alineado con mis valores y visión de la arquitectura.

En ese proceso de búsqueda, fui explorando distintos caminos hasta que descubrí el mundo de la bioconstrucción, donde finalmente encontré mi espacio y dejé de sentir frustración. A lo largo de ese viaje, me formé en Alemania en distintas áreas, participé en campos de trabajo y completé el máster en bioconstrucción del IEB. Después de terminar el máster, comencé a trabajar como tutora. Desde el año 2011 me dedico exclusivamente a este campo y siento que, finalmente, puedo aportar un verdadero valor a la sociedad.

¿Cómo y por qué arranca Arquitectura Sana, tu estudio? 

Aterricé con mucha humildad y la esperanza de crear un espacio donde canalizar la sensibilidad que conecta el diseño arquitectónico con la salud de las personas. Comencé en 2011 combinando la docencia con proyectos propios, y en los últimos años también he virado hacia la consultoría estratégica, acompañando a otros técnicos o agentes del sector de la construcción hacia una arquitectura eficiente, coherente y, sobre todo, saludable, a través de las herramientas que ofrece la bioconstrucción.

¿Nos puedes contar un poco más en profundidad qué es la bioconstrucción y la arquitectura saludable?  

La bioconstrucción es una forma de construir que aborda la sostenibilidad de manera profunda, abarcando recursos del entorno, economía, sociedad y medio ambiente. A diferencia de los métodos convencionales, que dependen de materiales altamente industriales, tecnificados y de alto coste energético, la bioconstrucción prioriza el uso de materiales naturales, locales y renovables, como sistemas de tierra, madera o fibras naturales. Pero su enfoque no se limita a los materiales y sistemas constructivos; también abarca todos los procesos de diseño, incorporando las repercusiones ambientales y su impacto en la salud humana.

La arquitectura saludable es una de las estrategias alcanzables aplicando criterios de bioconstrucción. Se crean espacios que reducen la exposición a contaminantes de origen biológico (como hongos, levaduras, bacterias, virus…), controlando factores físicos (higrotermia, acústica, iluminación cronobiológica, control en la exposición a radiaciones ionizantes y no ionizantes…) y minimizando el impacto de contaminantes químicos (compuestos orgánicos volátiles, persistentes, fibras y partículas, gases de combustión…). Además, se incide en factores de diseño que impactan el bienestar psicosocial y cognitivo, integrando las neurociencias, procesos participativos, accesibilidad, inclusión, género, biofilia y psicología ambiental.

Entre muchas otras cosas, redactas guías para entidades públicas con recomendaciones sobre cómo llevar a cabo reformas o desarrollar interiores saludables. Según tu experiencia, ¿cómo valoras los criterios de sostenibilidad a la hora de abordar estas materias por parte de las administraciones públicas? 

Siento realmente que la sostenibilidad está mal entendida, no sólo por las administraciones públicas sino en general. Por un lado, hemos reducido sus indicadores al consumo energético y a las emisiones de carbono. Por otro, se ha implementado sostenibilidad desde las máquinas, adoptando una respuesta técnica que en muchas ocasiones ignora la bioclimática y la física de la construcción.

La sostenibilidad debería orientarnos a reducir, en primera instancia, la necesidad de consumir recursos energéticos. Solo como último recurso, una vez agotadas las posibilidades de diseño pasivo, deberíamos recurrir a soluciones tecnológicas activas de origen renovable. En este sentido, la sostenibilidad está en el anteproyecto, en el diseño constructivo, en la materialidad. Esto nos lleva a elegir sistemas constructivos naturales, locales, naturalmente descarbonizados y elaborados mediante procesos low-tech. Además, esos mismos materiales promueven un ambiente interior saludable gracias a su composición, no mediante instalaciones complejas para resolver aquello que el diseño no ha abordado desde el inicio.

Los aspectos de sostenibilidad y salud están estrechamente vinculados. La estrategia que aporta la salud amplía y profundiza los indicadores de sostenibilidad.

Traza

Sònia Hdez-Montaño

Y cuando trabajas asesorando a otros estudios de arquitectura o constructoras, ¿cuáles son los retos o dudas por parte de los clientes a los que normalmente te enfrentas?

A menudo, los retos en la construcción son más de mentalidad que técnicos. La falta de conocimiento o la novedad pueden generar desconfianza. No solo ofrezco soluciones naturales y saludables, sino también el apoyo necesario para encontrar esos productos en el mercado y a las personas con experiencia en instalarlos, garantizando así una buena ejecución y durabilidad que aporten confianza. Sin embargo, el sector de la construcción suele ser conservador y reacio a ciertos cambios, aunque esta visión está ganando terreno rápidamente gracias a iniciativas europeas y al impulso del sector privado.

El precio puede parecer una barrera inicial, pero a medida que avanzamos en el proyecto, se descubre que la bioarquitectura no es necesariamente mucho más costosa. La clave está en reorganizar prioridades y decisiones, redirigiendo los recursos hacia áreas que compensen en otros aspectos del proyecto. Siempre se pueden encontrar equilibrios, y eso es fundamental. Además, es importante adoptar una perspectiva que valore no solo el costo económico, sino también el impacto social, ambiental y en la salud. Si analizamos muchas decisiones comunes bajo este enfoque, podremos ver su verdadero coste.

En Traza estamos centrados en la selección de mobiliario, accesorios y equipamiento basados en la calidad y el propósito, desde una perspectiva medioambiental, pero también social. ¿Cuál es tu visión de la industria del mobiliario actual? 

Creo que el sector está experimentando un cambio importante, al igual que el resto de la industria, pero es esencial avanzar hacia una sostenibilidad más profunda y auténtica.

Un ejemplo claro es el énfasis reciente en el reciclaje como gran solución, cuando en realidad deberíamos centrarnos en reducir los residuos desde el inicio. Además, si el reciclaje se lleva a cabo sin considerar la presencia de ciertos químicos, podríamos estar aumentando el impacto negativo de sustancias con efectos adversos para la salud.

Mi propuesta es que el sector analice a fondo la nueva Directiva Europea de Ecodiseño y que se impulse aún más, extendiendo sus principios hacia una aplicación más amplia y efectiva.

 

¿Qué papel juega la tecnología en tu trabajo diario? ¿Estás integrando la inteligencia artificial en tus proyectos? 

La verdad es que no de manera real. Puedo llegar a utilizar alguna tecnología que facilite el proceso, pero por el momento, la IA no es un apoyo sustancial en mi trabajo.

¿Te gustaría compartir alguno de los proyectos que acabas de finalizar o que tengas entre manos? 

Uno de los proyectos en los que estoy colaborando ahora, y que me hace mucha ilusión, es la rehabilitación de un antiguo hotel para convertirlo en una cooperativa de viviendas senior. Actualmente, estamos en la fase de proceso participativo, en la que los futuros residentes aterrizan sus necesidades para que luego el proyecto pueda adecuarse al máximo a sus requerimientos, tanto en términos de programa como en aspectos económicos y técnicos. Es un gran reto porque une bioconstrucción, cooperación y rehabilitación.

En tu práctica hay una clara relación entre lo humanístico y creativo con la arquitectura y el diseño de interiores. ¿De dónde surge esa inquietud? 

En la Antigua Grecia, las matemáticas y la filosofía no se consideraban disciplinas separadas; ambas formaban parte de un campo unificado de conocimiento cuyo objetivo era comprender y explicar la naturaleza y el universo. Para mí, el arte, la cultura y la técnica son parte de un mismo lenguaje que se puede trabajar a escala urbana o en diseño interior. La visión humanista y técnica convergen para crear espacios en diversas escalas. Los principios son los mismos, combinando cultura y técnica. 

Y para finalizar ¿Cuál es tu relación personal con la naturaleza? 

Yo vivo en el centro de una ciudad, Barcelona. En mi día a día soy una persona urbana, que vive a escala de barrio y se mueve en bicicleta. Pero tengo mi refugio en la montaña, una masía compartida entre cuatro familias, donde podemos disfrutar de un entorno rural en el que también nos sentimos enraizados. ¡Sin esa conexión cercana a la naturaleza, no sé qué sería de mí!

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Siempre que el proyecto lo permite, intento buscar soluciones a medida que puedan ser realizadas por artesanos o industriales experimentados. Pensar en diseños únicos a medida y bien ejecutados aporta un valor añadido a los proyectos.
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